Poetisa que abraza juventud, sobre su embestidura se atesoran secretos que solo las estrellas pueden descifrar. Alisson Valdivia es una artista itinerante; el color, las rimas y su creatividad confluyen sobre su inquietante don de escudriñar el futuro. Dicen que no existen las casualidades, sino más bien las causalidades.
POR CARLOS HUAMÁN CHÁVEZ 


A media tarde limeña, algo fría y sobre una charla dibujada por su linda sonrisa, todos los misterios se develan. Alisson me cuenta sobre su oficio y su conexión con las flores, su errante espíritu creador que posee en sus manos.

Agendas, marcadores de libros hechos, precisamente, con flores secas, poesía y talento para conjugar colores la acompañan. “Para mi el arte es mucha expresión, es bonito el vínculo que se puede generar con alguien que recibe tu obra, con alguien que se pueda reflejar e identificar”, me dice.

Fan de Bunbury, Calamaro y George Harrison, amante de lo vintage, Ali muestra su lado B que la convierte en una mujer original, libra, mística sobre la baraja del Tarot que observa con sesudo detenimiento, le gustan los girasoles. “Cuando era niña iba a la florería de mi tía, me gustaba mucho, me aprendí los nombres de cada una de las flores, la veía como ella trabajaba. Tiempo después empecé a secarlas en cuadernos para empezar a crear. Alguna vez hice un vestido”, relata.

FOTO: CARLOS HUAMÁN

Rebelde, de búsqueda, renunció a un trabajo de oficina para entregarse al arte, para encontrar la felicidad. De adivina lo heredó de una alma maestra, no hay ciencias para ello, creo que hay destino.

Actualmente, se encuentra trabajando en su primer poemario. “Hay quienes atribuyen al girasol un simbolismo espiritual, pues su movimiento siguiendo la posición del sol representa un modo de vida feliz y una búsqueda constante de luz, de iluminación, de amor al sol”, afirma. Que el universo conspire.